domingo, 17 de mayo de 2020

Una oportunidad para avanzar, personal y colectivamente, hacia un estadio superior de humanización.


Esta pandemia que estamos viviendo a nivel mundial, es algo insólito. Desde principios del siglo XX no se vivía en nuestro país una situación como la actual ni de las proporciones de ésta. Situación que nos ha obligado o está obligando a permanecer en nuestras casas para evitar el contagio del virus.

El miedo al contagio está provocando serios cambios de comportamiento en la sociedad en muchos órdenes de la vida. La obligación de reclusión hace que las calles de nuestras ciudades no estén como habitualmente están, que el movimiento diario de personas y vehículos se haya ralentizado, que se esté utilizando ámpliamente el teletrabajo, que el turismo de masas se haya detenido, que los centros educativos hayan cerrado y muchas personas se hayan quedado sin trabajo. La especie humana ha tenido que encerrarse en sus refugios.

Pero pronto aparecerán vacunas y fármacos que palíen, reduzcan y frenen los efectos de este virus tan agresivo. Poco a poco vamos controlando la pandemia. Entonces volveremos a la normalidad. Se habla continuamente en los medios de comunicación de una “nueva normalidad”, es decir, de una sociedad que ya no será como antes.

Ante esto nos surge la pregunta: realmente, ¿vamos a cambiar?

Hay diversidad de opiniones. Hay quien opina que en cuanto pase un tiempo y nos olvidemos, volveremos a lo de siempre. Hay quien opina que nunca vamos a vivir como antes. Entre un extremo y otro hay un amplio abanico de posiciones.

Y, cambiar, ¿en qué? 

¿Van a cambiar nuestros hábitos y costumbres de consumo, de relación, de diversión, de trabajo? Todo está por ver. Es cierto que, a lo largo de la historia, muchos avances sociales se han producido como consecuencia de desastres, pandemias o guerras. Situaciones en las que la sociedad en su conjunto ha dado un paso adelante. En ésta, ¿va a ser así?

Esta pandemia puede ser una oportunidad excepcional y magnífica para que la especie humana de un nuevo salto cualitativo en su desarrollo y evolución hacia una mayor humanidad.

¿En qué puede ser una oportunidad?

Puede ser una excelente oportunidad para crecer en conciencia personal, social, ecológica y de trascendencia.

Vamos a detenernos a analizar cada uno de estos aspectos:

     1. Desarrollo de una mayor conciencia personal.

Para una sociedad que está acostumbrada a acumular: relaciones, experiencias, aficiones, objetos, bienes o dinero; y a vivir una carrera hacia tener más, conseguir más, puede ser una oportunidad para desarrollar una mayor conciencia personal, y aprender a vivir valorando más lo que tenemos y somos. Valorar lo esencial, lo que habitualmente no valoramos. Las pequeñas cosas, los encuentros con los seres queridos, el aire fresco y respirable, los momentos cotidianos sencillos: el poder respirar, el poder hablar, el pasear por la naturaleza, nuestras cualidades y riquezas personales, etc.

Para una sociedad que está construida en la “exterioridad”, puede ser una ocasión excepcional para encontrar, recuperar o profundizar en un camino hacia su interioridad, para que el ser humano desarrolle más su capacidad para la reflexión y el auto-cuestionamiento. Cultivar la interioridad va a permitir que pueda descubrir que su universo interior puede ser tan apasionante como el exterior, y comprobar que, esta dimensión no está reservada a unos pocos, sino que es un gran regalo para todos.

Para una sociedad que valora especialmente el parecer y la imagen. Puede ser una oportunidad para desarrollar y vivir a partir de valores interiores, valores humanos, esenciales, que nos construyen desde dentro, que nos hacen más humanos y más felices.


Para una sociedad donde parece que todo está ya inventado, puede ser una oportunidad para activar una nueva creatividad y nuevas habilidades, nuevas formas de trabajo y modelos productivos, y no conformarnos con lo que hay. El mundo es así, el ser humano es así. Si queremos…

     2. Desarrollo de una mayor conciencia social.

Para una sociedad donde abunda el egocentrismo (la búsqueda de lo mío, de lo de mi grupo, de lo de mi pueblo o mi país), es una oportunidad para desarrollar una mayor conciencia social, es decir una mayor conciencia de que el ser humano es uno, de que las semejanzas son mucho más importantes que las diferencias, de que cuidando de que todos avancemos, el conjunto avanza más, sin necesidad de ir dejando gente en la cuneta (los que no son como nosotros: los pobres, los de otra raza, los de otra cultura, los de otra ideología, los de otra religión, los de otro continente, los de otra edad, …). Puede ser una buena ocasión para tener más en cuenta, especialmente, a los ancianos y a los jóvenes, a los débiles y necesitados. 

Sería un gran avance si aprendemos a vivir de una manera más solidaria los unos con los otros. Solidaridad, es cuidar al otro. Cuidando los unos de los otros, todos ganamos. En la teoría de la negociación se habla de distintas posibilidades en las estrategias utilizadas. Podemos tener como objetivo el “ganar-ganar” (ganar yo, pero que el otro también gane) o el “ganar-perder” (ganar yo, a costa de que el otro pierda). Ganar-ganar es pensar también en el bien del otro, es ponernos en su lugar y buscar, también su bien. Esta postura en la vida es un avance en solidaridad.

Para una sociedad que considera lo público como un derecho, pero que lo valora poco. Puede ser una oportunidad para valorar y potenciar lo público, aquello que es de todos, aquellos servicios que son esenciales para la colectividad y que, en la mayoría de los casos, no son especialmente rentables económicamente hablando, pero sí necesarios. Aquello que, en ocasiones difíciles como ésta, nos salva de un apuro y nos permite afrontar lo que nos afecta a la sociedad en su conjunto y posibilita una sociedad del bienestar.

     3. Desarrollo de una mayor conciencia ecológica.

Para una sociedad que vive en el consumismo permanente, acostumbrada a usar y tirar, a desechar rápidamente lo usado y viejo, a sustituir y no reparar. Puede ser una oportunidad para desarrollar una mayor conciencia ecológica y planetaria, es decir, una mayor atención y  cuidado por nuestro entorno próximo o lejano y tomar una mayor conciencia de la necesidad de priorizar el cuidado del planeta, en general, y de nuestro entorno cercano en particular, de un verdadero reciclaje, de evitar comprar lo innecesario, de reparar antes que sustituir, etc.

Este periodo de confinamiento ha sido para la naturaleza, un regalo. Un periodo de descanso excepcional en términos de emisión de gases, de generación de polución, de dejar espacio a otras especies de este planeta. Es necesario que el ser humano tome más conciencia de las necesidades de regeneración del planeta, de que los recursos naturales no son ilimitados, de los efectos de su actividad y su huella en los distintos ecosistemas.


4. Desarrollo de una mayor conciencia de trascendencia.

Para una sociedad que vive en lo inmediato, en lo concreto, sin detenerse demasiado en las grandes cuestiones: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy? ¿para qué estoy aquí? Puede ser una oportunidad para detenerse y abrirse a lo trascendente, a aquello que no tiene explicación racional, a aquello que nos sobrepasa, que no acabamos de comprender, o a aquello que nos puede dejar un poso de admiración, de sobrecogimiento y que a la vez nos puede hacer más hondamente humanos. Una dimensión en el ser humano, a veces desconocida o extraña si no la frecuentamos, pero que nos hace más nosotros mismos y que nos ayuda vivir más profundamente las anteriores conciencias mencionadas.


Veremos en qué queda todo esto. Hasta dónde los seres humanos nos vamos a comprometer con los cambios. Como ha sido hasta ahora, algunos lo conseguirán, otros no. Los que realmente se comprometen y avanzan, van haciendo progresar a la sociedad en su conjunto, con su ejemplo y testimonio, con su entrega y cambio, con su liderazgo en su materia. Así ha avanzado la humanidad a lo largo de la historia.
Ojalá que el número de personas que está dispuesta a cambiar y a progresar, crezca más. Hay muchos, pero habrá más.


Todo esto está muy bien, pero ¿cómo?

Esto que expreso aquí no es nuevo. Lo oímos a todo aquel o aquella que ve más allá de lo inmediato. ¿Pero cómo hacer esta evolución?

Para que esto sea posible es necesario:
  • Reflexionar. Para aprender hay que reflexionar e integrar lo que hemos vivido. ¿Estoy dispuesto a pararme y encontrar tiempo para cuestionarme y mirar dentro de mí?
  • Hacer las cosas de distinta manera. Esto supone un cambio de hábitos y, en ocasiones, de estilo de vida. ¿Estoy dispuesto a este cambio de hábitos y rutinas? ¿tengo claro en qué necesito cambiar?
  • Asumir nuestra pequeñez y vivirnos en humildad ante la realidad y avanzar paso a paso.


En PRH llevamos 50 años ofreciendo medios e instrumentos pedagógicos, en los cinco continentes y más de 35 países, para poder avanzar en lo que encierran estas líneas, en unos aspectos y otros. El resultado ha sido muy positivo entre quienes utilizan nuestra formación.

En estos días de confinamiento/desconfinamiento, ofrezco una formación que se llama El valor de mi vida, en online, para valorar mejor nuestra vida, lo que somos y tenemos y ser más felices con nosotros mismos.

Ofrecemos diferentes formaciones para avanzar en unos aspectos u otros. Podéis ver la oferta que tenemos en http://www.prh-iberica.com/formacion/listado-proximos-cursos

Os invito a conocernos y utilizar nuestros medios y herramientas. Merece la pena la inversión de tiempo, dinero y energías. Para mí, personalmente, fue y sigue siendo, la mejor inversión de mi vida: crecer como persona.

sábado, 2 de mayo de 2020

PUEDO ELEGIR CÓMO VIVIR LOS ACONTECIMIENTOS Y SITUACIONES


Hace unos días, en el curso: “Retos y oportunidades en periodo de coronavirus”,  una de las participantes, madre separada, comentó que este confinamiento estaba siendo duro para ella. 
El motivo era que, debido a su trabajo con público y al hecho de tener hijas con problemas respiratorios, había decidido que sus hijas no estuvieran con ella durante la cuarentena. 
Suponía una renuncia importante. Y añadía: “para mí, el confinamiento no lo vivo como una privación de libertad, no me siento forzada a hacerlo. Yo sé que es lo mejor para la población y para la salud de mis hijas, y supone una opción libre el hacerlo”.



Es esto último lo que quiero resaltar. La experiencia de esta persona me revela que podemos tener diferentes formas de acoger y vivir las normas y decisiones colectivas que “toman” por nosotros.

Cuando el gobierno, en este caso, decreta un estado de alarma e impone restricciones a la libertad de los ciudadanos, podemos vivir esta restricción de muchas maneras:

  • Puedo vivirlo desde el miedo a la autoridad, acatando la orden por miedo a las represalias, a las multas.
  • Puedo hacerlo desde el miedo a enfermar, o que enfermen mis seres queridos.
  • Puedo vivirlo desde la rabia o el enfado, desde el sentimiento de que me están obligando a hacer algo que no he elegido, que no quiero, o en lo que no creo.
  • Puedo vivirlo desde el pesimismo, la angustia, la ansiedad, etc..
  • Pero también puedo hacerlo desde algún aspecto de mi ser (lo mejor de mí), por ejemplo, desde la paciencia, la serenidad, la confianza, etc..
  • En el caso de esta madre, desde el sentido de solidaridad con los demás, desde una conciencia de formar parte de un conjunto y de que su actuación puede afectar o, incluso, dañar a otros. Esta forma de actuar, en la que se decide teniendo en cuenta todo: a los otros y a toda nuestra persona en su conjunto, lo llamamos en PRH, ser fiel a la conciencia profunda, o en otros contextos, tener una “conciencia social” (que no socializada) que nos hace tener en cuenta y empatizar con los otros,  ser conscientes de que nuestras decisiones afectan a más personas y solidarizarnos y colaborar con una decisión, que pudiendo ser más o menos acertada, pretende un bien (un mal menor) para el conjunto de la sociedad. Ésta fue la opción de esta madre.


Esto es un ejemplo, pero puede haber infinidad de situaciones donde entra en juego nuestra conciencia social:
·         ¿desde dónde pago mis impuestos?
·         ¿desde dónde vivo o ignoro el reciclar?
·       ¿desde dónde reacciono cuando me encuentro circulando en coche por una calle estrecha y veo que otro coche quiere salir de un aparcamiento?
·        ¿desde dónde hablo en voz alta o baja en un espacio público donde puedo molestar a otros con mi conversación?
·        ¿desde dónde vivo el consumir?

Pero, volviendo al caso que nos ocupa, quiero destacar aquí que podemos elegir cómo vivir lo que nos acontece. Tenemos la capacidad de optar y referirnos a distintos aspectos de nuestra persona: los principios, el deber,.. (nivel mental), los sentimientos y emociones,.. (nivel emocional), los valores y aspectos positivos de nuestra personalidad (nivel profundo). Esta posible elección hace que podamos dirigir nuestra vida desde lo mejor de nosotros y no ser llevados o arrastrados por las circunstancias, los miedos, los deseos de los demás, etc…

Para ello tenemos que: 
  • Aprender a identificar los distintos niveles de mi persona. 
  • Detectar a qué nivel se activa la decisión en primer lugar. 
  • Ser capaz de parar y cambiar el punto de referencia (si es necesario), optando por vivir la decisión desde lo mejor de sí mismo, desde lo positivo.

Los resultados de todo esto nos lleva a sentirnos más libres interiormente, más conscientes de qué dirige nuestra vida y más felices por desarrollar y secundar lo positivo en uno mismo. Dentro de lo positivo de nosotros está el “ser-con-otros”, esos aspectos que nos llevan a tener en cuenta el bien social y la humanización de nuestro entorno.

En los cursos PRH tratamos de ayudar a que las personas puedan progresar en esta forma de decidir en libertad y autenticidad, aprendiendo a que cada uno se descubra y aprenda ser fiel a su propia conciencia profunda. 
Y si no podéis hacer un curso PRH, os animo a leer el libro: Saber decidir, clave para ser feliz, donde expresa esta forma de vivir la toma de decisiones.

Para terminar, os animo a preguntaros:
  •  ¿me siento satisfecho/a de mi forma de tomar las decisiones? 
  • ¿decido desde lo primero que me viene o soy capaz de acoger otros planteamientos distintos  de los iniciales?
  • ¿tengo el reflejo de preguntarme: “desde dónde estoy decidiendo”? o, dicho de otra manera: ¿cuáles son mis referencias en las tomas de decisiones?


Luis Avilés