martes, 15 de febrero de 2022

PÁRATE

 

El otro día, ante lo que expresaba una persona en una acalorada reunión en la que me encontraba, estuve a punto de intervenir precipitadamente y expresar lo que me estaban produciendo sus palabras. En ese momento algo me hizo contenerme, algo que venía a significar un “párate…espera”. Seguí esa intuición. Y después me alegré: me permitió acoger mejor lo que quería responderle, expresarme de una manera más comedida, hacerme entender mejor y no dejarme llevar por lo que se me había activado emocionalmente.  Fue constructivo para la relación y me dejó en paz.

En un artículo anterior hablaba de palabras mágicas. Es decir, expresiones, frases o palabras que me ayudan a avanzar o a dirigir mi vida. Os hablaba de “disfruta”.

Ahora os hablo de otra de estas “palabras mágicas” para mí: “párate”. Cuando me digo a mí mismo, o surge dentro de mí, es como una invitación interior a no decidir de manera apresurada e impulsiva. Es una invitación a acoger las cosas, la situación, los acontecimientos y lo que siento interiormente antes de reaccionar y actuar. “Para” o “párate” me remite a mí mismo. Me remite a acoger desde mi conciencia profunda cómo vivir y actuar ante lo que tengo delante.

Me ha ayudado en múltiples ocasiones a ser menos impulsivo y más reflexivo; a dejar decantar las cosas y, a veces, a consultar “con la almohada” antes de tomar una determinada decisión. Me ha posibilitado que no dirija mis decisiones lo primero que me viene a la cabeza o alguna de mis emociones. Ha sido clave para no tener que arrepentirme de lo dicho o de lo hecho. Me ha permitido hacerme más consciente de lo que realmente quiero, pienso y decido. Y a conocerme más a fondo a todos los niveles de mi persona.

Todo esto ha requerido un aprendizaje, un largo aprendizaje. He aprendido a refrenarme, a controlarme en lo que digo y hago. Y no ha sido fácil; porque, de primera, tiendo a ser de primeras reacciones, soy de temperamento sanguíneo y en muchas cosas tengo la respuesta o la reacción rápida. Soy de tendencia más activa que reflexiva.

 Pero he aprendido a pararme y escucharme, a distinguir de dónde me vienen las cosas. A diferenciar lo que viene de mi sensibilidad alterada o dolorida de lo que viene de lo mejor de mí. A darme cuenta de lo que me viene de la obligación o el deber de lo que me viene de la intuición profunda. A distinguir lo que viene de una ambición de lo que viene de una aspiración a desplegar mis capacidades, etc, etc…



“Párate” también me trae la sensación de que no es el capricho o la ambición, el miedo o la frustración los que dirigen mi vida, sino una coherencia y responsabilidad interiores para con lo que soy de fondo. Me hace sentir que no estoy solo en mis decisiones. Tengo un gran aliado, mi conciencia profunda, que está en la base de ese elegir sabiamente que he ido descubriendo y aprendiendo a vivir.

Ha sido, realmente, un elemento de equilibrio para mi persona. Como digo, ha requerido su aprendizaje y un trabajo de observación personal. Y puedo decir que este “párate” me ha permitido esa escucha interior a mi conciencia y a distinguir a qué nivel me estaba viviendo.

Y desde aquí os invito a conocer a fondo y a vivir el aprendizaje del método de discernimiento que transmitimos en PRH, tanto para las decisiones importantes como para los actos cotidianos y las costumbres que vivimos de manera habitual. Merece la pena. Es admirable.

El método invita a parar de diferentes formas, prolongada o breve, rápida o instantánea a veces, para poder escuchar a la conciencia profunda ante  la situación que se presenta para tener que decidir. Es una forma de decidir y de vivir que permite tener una sensación de ser uno mismo quien realmente dirige su vida, decidir bien, crecer en quién realmente eres y sentirse satisfecho y en paz. Esto lo trabajamos a fondo en el curso Tomar decisiones constructivas y lo presentamos de una manera sencilla e interesante en el libro “Saber decidir, clave para ser feliz”.  Te animo a leerlo y, si te es posible, a hacer el curso.

También este “párate” ha enriquecido mi vida interior. Ha supuesto un encuentro más a menudo conmigo mismo. Un encuentro conmigo para escucharme realmente en lo sentido, en lo vivido, tanto en lo positivo como en lo que no funcionaba bien. Esta parada es esencial para empezar a observar el universo interior que encerramos cada persona. Ha sido “para y escucha”, “para y observa” o “para y aprende”. Paradas cortas y ultrarrápidas en el quehacer diario, pero también paradas laaargas y silenciosas, en otras ocasiones, de auténticos y bellos encuentros con mi mundo interior.

Por otro lado parar me ha permitido saborear y disfrutar de pequeños instantes o grandes momentos que la vida me ha regalado. El aire fresco en el rostro en una tarde gris, una mirada de complicidad y entendimiento entre dos amigos, el momento de claridad y lucidez de un participante en un curso ante un descubrimiento realizado, etc, etc.

Pero hoy no me detengo más; quizás en otro momento.

Te dejo algunas preguntas que pueden ayudar a verte en relación a este acto de pararse:

·         ¿Me es fácil parar antes de actuar o decidir?

·         ¿Me paro para distinguir lo que me mueve al actuar, lo que hace que vaya a actuar así?

·         ¿Me atrae parar a escucharme por dentro?

·         ¿Me paro para saborear lo que la vida me regala?

PALABRAS O FRASES QUE NOS AYUDAN A CRECER

 

En algunos cuentos y películas de nuestra infancia y adolescencia aparecían personajes que invocaban palabras mágicas como “abracadabra” o “¡ábrete, sésamo!”, las cuales conseguían efectos espectaculares. Esto nos asombraba y, en algunos casos, nos podía fascinar. Pero no os voy a hablar de este tipo de magia ni de películas. Os voy a hablar de palabras o frases que nos ayudan a crecer.

A lo largo de mi vida han ido apareciendo algunas palabras o frases que siento “mágicas” para mí. Mágicas en el sentido de que, al decírmelas a mí mismo, decirlas en voz alta o simplemente recordarlas, rápidamente me arrastran y suscitan una activación en la línea del contenido que éstas encierran. Son palabras que tienen tal fuerza en mí que me ayudan a progresar, a mejorar, a crecer. Han sido un apoyo para crecer y vivir más a fondo actitudes constructivas y necesarias para mi crecimiento personal. Estas palabras me han ido transformando y me siguen transformando. Me hacen mejor persona.

Algunas de ellas son: “disfruta”, “párate”, “atrévete”, “relativiza”, “hago lo que puedo”, “trátate bien”, ….

En este artículo voy a detenerme a recoger el significado que una de ellas tiene en mi interior -a la que le tengo especial cariño- y compartirlo con vosotros y vosotras, por si os es de utilidad. Espero que os ayude tanto como a mí.

Disfruta.

Me digo “disfruta” y cambio el chip: me pongo en clave vida, en clave sentirme, en clave gustar, en clave valorar. Abre mi mirada a lo positivo que la vida me presenta en el momento en el que estoy. Cuando me lo digo a mí mismo, me lleva a tomar conciencia de todo lo que la vida me regala continuamente, en el día a día; a tomar conciencia de la suerte que tengo de estar vivo, de sentir, de tener, de ser, de estar donde estoy hoy.

Disfruta significa para mí: déjate sentir lo que la vida te da, sea lo que sea, desde una actitud de acogida y de aprender a sacar lo positivo que hay en ti para ese momento.

Disfruta es: déjate sentir, saborear, estar. Sé consciente de qué es la vida, realmente. Aprovecha y mira la vida con alegría, sintiendo qué es lo que tienes y que cada momento es único. Cada momento es irrepetible. No va a volver a pasar. Tanto si es especial como si es triste o desagradable o no tenga algo que lo haga especial. Y, aunque sea triste o desagradable o cotidiano, es tu momento. Es lo que tienes. Es lo que eres hoy.



Las actitudes positivas ante la vida que encierra esta palabra me han cambiado, y al recordarlo me retrotrae a cómo era yo antes de iniciar este proceso de crecimiento. Nunca era suficiente. Siempre tenía un pero. Lo que vivía podría estar bien, pero… Siempre anhelando algo que no tenía, no era, no sentía, no vivía. He tenido que aprender a disfrutar, a dejarme sentir. Antes mi vida era hacer, hacer y hacer. Obligación. Tengo que. Una sucesión de haceres, pero sin saborear lo que tenía entre manos, sin, por decirlo de alguna manera, respirar la vida, paladear la vida que se me escapaba entre los dedos.

Y fui aprendiendo a disfrutar. He aprendido a aceptar que tengo lo que tengo, soy lo que soy. No hay más. Y esto fue haciendo crecer una mirada conciliadora con la realidad. Aprendí a disfrutar de la vida, del momento, de mí mismo.

“Disfruta” me abre a lo presente, lo sencillo, lo cotidiano, lo normal. Abre mi mente y abre mis poros a vivir, a la vida tal como es.

A mi gente, a la gente a la que ayudo en los cursos, en la ayuda individual, les invito, cuando es oportuno, a disfrutar. Déjate disfrutar. Mira con gusto eso que tienes. Valora lo que eres en lo que te pasa, en lo que sientes.

Disfrutar requiere que nuestra mente se abra a ello, se interese por ello, aprenda a ello. Entonces deja paso a algo interior. Abre a experimentarse a uno mismo de otra manera. Conozco muchos casos de personas que, después de momentos muy importantes de su vida como puede ser una boda, el viaje soñado; en definitiva, la realización de una aspiración, de un sueño que anhelaban, etc., me han manifestado que no han podido disfrutar de esos momentos. “Estaba tan nerviosa…”, “es que la ansiedad me ha impedido disfrutar del momento”, me dicen. Para poder disfrutar es necesario “aparcar” lo más posible esos sentimientos negativos y situarse en actitudes positivas y en la consciencia y motivación de querer saborear con paz esos momentos, humildemente, sencillamente, acogiéndolos como un regalo y viviendo ahí, conscientemente, los aspectos esenciales de uno mismo que aspiraban a actualizarse.  

Contrario a disfrutar es dejarse arrastrar por los movimientos sensibles o emocionales,  lamentarse, vivir en la preocupación, estar lejos de uno mismo, huir de la realidad, vivir en el sueño; y, aunque ese sueño pueda ser bonito, nunca será lo mismo que disfrutar de la presencia a uno mismo, de la propia realidad.

Cuando disfruto, soy. Me siento ser. Soy consciente de ser y de vivir. Me centro en el momento, como si no hubiese un mañana, y lo paladeo como un buen vino o una buena comida.

Por suerte, lo que más nos produce felicidad son pequeños y sencillos momentos asequibles a cualquiera. Los mayores placeres y disfrutes de la vida son gratis, decía alguien. No es tener. Es lo que puedo vivir en cada momento, esté donde esté, tenga lo que tenga.

Disfrutar. ¡Y hay tanto de lo que disfrutar! Una hermosa canción. Una película interesante que te atrapa. Unas copas con unos amigos, o una conversación apasionante sobre un tema de actualidad. Disfrutar de tener el reto de un proyecto a realizar, de tener un sentido en la vida. Disfrutar de una mirada de cariño. Pero, incluso, disfrutar de lo que, en principio, no es tan agradable, positivo o gustoso. Se puede llegar a disfrutar en medio de una situación difícil. Esas circunstancias podemos vivirlas siendo nosotros mismos, abiertos a aprender, a sacar lo mejor de nosotros, con un espíritu positivo, etc.

Y me surge: por favor, disfruta. Aprende a disfrutar de todo. Desde lo más simple y que la vida nos regala: respirar, estar vivo, poder caminar, hablar, oír, …, hasta todo lo positivo de ti -cualidades, capacidades, valores- que puedes vivir en el día a día. Pero también de los momentos controvertidos o más difíciles por los que, inevitablemente, todos pasamos. De lo bueno y de lo malo, de lo que acontece, de los errores y aciertos, de los avances y los retrocesos. Porque todo eso forma parte de la vida, es único e irrepetible, nos enseña y nos va configurando como persona.

Para terminar, os dejo unas preguntas para después de esta lectura:

  • ¿qué se despierta o activa interiormente en mí?
  • ¿me moviliza a avanzar en algún aspecto de mi vida?