La acepción principal del término ambición en
los principales diccionarios de la lengua tiene un sentido peyorativo. Vienen a
definirla como “el ansia o deseo vehemente de algo”. Sin embargo, en muchos contextos
empresariales y de recursos humanos su sentido es más bien positivo. Es
considerada como “el impulso a fijarse retos y metas difíciles de alcanzar,
que en principio pueden parecer muy difíciles o casi imposibles, pero que
generan una activación superior en el desempeño de las responsabilidades y
tareas”. Esto está bien, pero hasta cierto punto…
Es ese “hasta cierto punto” el que vamos a tratar de
definir. ¿Cuándo la ambición deja de ser positiva y se acaba convirtiendo en un
problema para la persona o para la organización?
Como profesionales PRH y en ENTORNO HUMANO, en el trabajo con
diferentes organizaciones y empresas, consideramos que algo esencial en el ser
humano en general y en los equipos en particular, es la toma de conciencia a
fondo de las cualidades y capacidades que permiten a la persona un progreso y
desarrollo de sus competencias para la mejora de su desempeño. Respecto a este
tema podemos hablar de ambición en términos positivos como afán de
superación, búsqueda de mejorar y avanzar, atrevimiento y osadía para
emprender y realizar lo proyectado superando las dificultades y los hándicaps
de la puesta en obra. Todo esto supone y requiere un buen grado de
ambición. Esta ambición es necesaria para aportar un plus, un valor añadido a
la organización y a la realización personal. Esta ambición puede ser esencial y
muy beneficiosa para la persona y para la organización en la que se encuentra.
Sin embargo, cuando la ambición lleva a la persona a
situaciones demasiado estresantes, de ansiedad o agotamiento, se llega a
convertir en algo negativo. Si genera en las personas, sean directivos o
trabajadores, estos tipos de síntomas sería una señal de que estamos entrando
en una ambición desajustada o desequilibrada tanto para la persona como para la
organización en la que está inserta, aunque no sea perceptible, en ocasiones, a
corto o medio plazo para ambos.
¿Qué síntomas nos hablan de que la ambición no es
ajustada?
Los principales síntomas son internos. La persona puede percibir que está más revolucionada de la cuenta, no está equilibrada interiormente, vive en un sobreesfuerzo permanente, se está dejando arrastrar por un hacer más allá de sus posibilidades o por una necesidad de reconocimiento, de prestigio, de destacar o sentirse valorado que pueden impedir o dificultar ver la realidad personal y colectiva al completo. En el fondo de sí, la persona no está en paz interiormente ni equilibrada. Su ambición dirige y controla sus decisiones y acciones sin tener en cuenta otros elementos importantes llevando a agotar sus energías, descuidar otros aspectos de su vida e incluso de la empresa.
Pero también podemos detectar síntomas externos que el propio afectado no llega a ver. A la persona se la puede ver en el equipo desajustada, estresada, superada en lo que ha emprendido, dedicando un tiempo desproporcionado al trabajo, o con un exceso de intensidad o dedicación. Este tipo de ambición suele ser dañina para las relaciones con compañeros, con la familia e incluso despreciativa del propio sentido común. Aparece fácilmente la irascibilidad, el desprecio de los consejos, la autosuficiencia, la distancia de los colegas, etc… En algunas personas, se percibe que su rendimiento tiene picos, altos y bajos pronunciados. Demasiado en algunos momentos, brusca bajada en otros (por la necesidad inevitable de compensar).
¿Qué consecuencias puede tener el dejarse arrastrar por
una ambición excesiva?
Las consecuencias de dejarse arrastrar por una
ambición exagerada pueden ser diversas y en diferentes aspectos.
Tal como dice el refrán: “la ambición rompe el saco”,
un exceso de ambición puede causar diversos problemas tanto para el individuo
como para la organización, aunque lo emprendido sea beneficioso para ambos en
algún aspecto.
En la persona pueden aparecer:
- Problemas de salud: estrés, úlceras estomacales, enfermedades intestinales, cardiovasculares o cutáneas, …
- Deterioro físico a medio o largo plazo por los desajustes entre las fuerzas y energías y el sobreesfuerzo requerido.
- Insatisfacción interior profunda, aunque se hayan conseguido resultados.
- Problemas relacionados con el burn-out.
- Problemas de tipo relacional (en la propia organización, en la vida personal y familiar) e incluso de aislamiento. Malhumor, irritabilidad, desprecio de los demás, …
- Momentos depresivos alternando con momentos eufóricos.
- Etc..
Para la empresa:
- El capital humano que representa la persona se puede resentir en el medio y largo plazo en el rendimiento.
- Puede afectar al clima laboral generado a pesar del beneficio obtenido.
- Los objetivos a largo plazo y el propósito de la organización pueden pasar a un segundo plano ya que prima más la necesidad individual de reconocimiento y valoración del individuo o de un departamento de la organización que la propia finalidad de la organización.
¿Qué fomenta la ambición?
A nivel social:
La cultura de la competitividad. Estamos impregnados de esta
cultura. Ser los mejores, ser más que los demás. ¿Por qué no ser nosotros
mismos en vez de ser los mejores? Cada organización tiene su lugar en el
conjunto de sus pares. ¿Es necesario vivir esa competencia feroz que se vive en
muchos sectores de actividad entre las organizaciones? Se nos educa desde pequeños para ganar, para
ser mejor qué, para ser el número uno, para estar por encima de los demás. Si
no es así, parece que uno no vale.
La cultura del esfuerzo junto con la sobrevaloración de las
propias capacidades. Es otro elemento cultural muy arraigado en nuestras
sociedades. “Querer es poder”, es uno de sus eslóganes más conocidos. Quien no
se esfuerza, no consigue. Esto es positivo, pero a veces es llevado hasta el
extremo se convierte en un problema.
A nivel individual:
- La necesidad de destacar por encima de los demás para ser reconocido y sentirse con valor. La necesidad exagerada de reconocimiento y valoración motivada en muchos casos por una autoestima personal baja.
- La poca conciencia del propio valor, de las propias capacidades hace que las personas sean muy dependientes de lo conseguido. Tener éxito es conseguir resultados.
- La imagen ante los demás. Hacer algo que destaque, que sorprenda, que conlleve alabanzas.
- La búsqueda de poder o de ascender en la empresa a toda costa como medio para conseguir ese reconocimiento y poder “sentirse alguien”.
¿Cómo regular la ambición? ¿Qué recursos tenemos para frenar el exceso de ambición?
Para regular la ambición es necesario vivir y desarrollar
unas determinadas actitudes y valores que contrapesen y equilibren a aquellas
que fomentan la ambición, a saber: honestidad consigo mismo y con la
organización, realismo, humildad, prudencia, buen discernimiento.
Estas actitudes y valores atemperan la ambición, la ajustan
e impiden dejarse llevar por la ambición exagerada.
Es importante discernir y verificar que lo que se pretende o
se proyecta es viable, posible y alcanzable tanto a nivel personal como organizacional.
Cuestionarse interiormente y pedir feedback a otros de confianza, ayuda. No
precipitarse en la puesta en marcha a toda costa. Verificar las fuerzas y energías
para llevar a cabo el proyecto, etc., etc.…
Por otro lado, como organización, el generar un clima y un
ambiente para poder ir saliendo de esas influencias culturales negativas o al
menos relativizarlas y ajustarlas para vivir un equilibrio.
Por último, la ayuda y el acompañamiento de expertos a nivel
personal como organizacional para ajustar las expectativas y la ambición para
que los proyectos y objetivos sean ambiciosos, valientes y osados, pero también
realistas y equilibrados.
Aquí invito a parar y cuestionarnos:
- ¿He tenido situaciones dónde me he dejado arrastrar por la ambición? ¿Cómo me ha ido?
- ¿He tenido situaciones dónde he sido capaz de atemperar la situación? ¿Qué efecto ha tenido?