Es conveniente y normal que nos
interese y preocupe la situación sociopolítica y económica a distintos niveles
(local, autonómico, nacional e internacional), ya que forman parte de nuestro
cotidiano y porque están en juego temas muy relevantes para la convivencia y el
bienestar social (educación, sanidad, justicia, desigualdad, desempleo, medio
ambiente, etc). Podemos tener nuestras ideas respecto a cómo abordar estos
asuntos que nos conciernen, afinidades y diferencias con las ideologías y
tendencias políticas que intentan dar respuestas a estos temas.
En los países donde existe un
sistema democrático, éste está organizado en partidos políticos que tratan de
defender el bien general mediante una determinada ideología, con unos determinados postulados, una visión de la
sociedad y su progreso, tratando de alcanzar unos objetivos a través de
propuestas recogidas en un determinado programa de gobierno.
Por otro lado, lo que recibimos
del funcionamiento del sistema político, en muchas ocasiones, nos echa para
atrás, nos confunde e incluso nos enfada:
- descalificaciones de unos hacia otros e insultos,
- demagogia, falsedades y medias verdades,
- incumplimientos reiterados de las promesas electorales,
- incoherencias flagrantes (ahora digo una cosa y mañana la contraria),
- críticas a los otros de cosas que el que critica también hace,
- aprovechamiento de lo público para el enriquecimiento personal o del partido,
- diversas formas de corrupción (malversación, prevaricación, nepotismo, etc.).
Todo esto nos puede llevar a un
hartazgo y desinterés de la política y el mundo que han
creado estos políticos.
¿Cómo vivir el tema político
de una manera sana y constructiva?
Es importante vivirlo asentados en unos valores fundamentales, aquellos que
descubrimos en lo mejor de nosotros mismos, que es necesario poner en primer
lugar y defender frente a cualesquiera otros intereses y deseos personales o
grupales. Algunos de estos valores son:
1.
El respeto al otro. Todas
las ideas políticas tienen derecho al respeto sean del color que sean, siempre
y cuando no alienten a la violencia, al odio, a la marginación o explotación de
unos respecto a los otros; en definitiva, al respeto a
la dignidad de la persona.
2.
El gusto por lo verdadero y auténtico, que
nos lleva a ser críticos con lo que se recibe de fuera pero también,
autocríticos con lo que hacemos y decimos nosotros o el partido al que somos
más afines.
3.
El sentido de justicia, que nos
insta a optar por tener la información lo más completa y veraz posible para
poder emitir un juicio de valor justo e imparcial. ¿Estoy abierto a escuchar
diferentes versiones de lo que ocurre?, ¿qué periódicos leo?, ¿qué noticias
escucho?, ¿estoy abierto a la diversidad de ideas?
4.
La responsabilidad.
Responsabilidad es, entre otras cosas, ser
consciente de la importancia que supone el voto para no decidir a la ligera ni
emocionalmente. Es posible que votemos más por lo que me gusta o disgusta de
tal o cual político que por los programas e idearios de los partidos.
5.
La firmeza para
exigir a los políticos responsabilidades en la gestión de lo que es de todos.
¿Lo hacemos? ¿Cómo? ¿Criticamos el
incumplimiento dependiendo de tendencia política de que se trate?
6.
Libertad
para elegir. No firmamos un contrato de por vida cuando
votamos a un partido. Podemos ser libres y autónomos frente a ellos. ¿Nos
representan bien realmente?
7.
Empatía y aceptación de las diferencias. Es
necesario que en toda sociedad haya planteamientos progresistas y
conservadores. Desde los valores que
globalmente recogen estas dos expresiones, podemos
tener en cuenta que todo tiene su lugar y su derecho a estar en la sociedad.
Tienen cabida los que defienden derechos de unos y de otros, de las minorías y
de diferentes grupos sociales, estilos y culturas. Aprender a vivir en la diversidad, a aceptar
lo diferente y que no es como nosotros, es uno de los grandes retos actuales.
Un peligro social es tratar de uniformizar la sociedad, imponer un determinado
modelo. Que todos sean y piensen como yo y no aceptar al que no piensa o es
como yo. Esto lleva a formas políticas de pensamiento único que tanto han
dañado a la sociedad a lo largo de la historia.
8.
El dialogo autentico con el
diferente. Se puede vivir una confrontación de ideas de manera dialogada y
respetuosa, abierta y honesta, no buscando quedar por encima, dominar ni
imponer, sino intercambiar y debatir para construir juntos desde la diferencia.
9.
Fe en el sistema democrático, como
el sistema menos malo de los que existen. Pero con una condición, que sepamos
poner al frente a las personas más preparadas para liderar y dirigir. No solo
por sus capacidades intelectuales sino también por los valores de realmente
viven y transmiten.
Si te interesa cuestionarte
sobre estos puntos, he aquí algunas preguntas:
- ¿Qué valores profundos trato de vivir frente a la vida política?
- ¿Qué modelo de representante político tengo?
- ¿Vive realmente este rol como un servicio a la sociedad y no como un medio para enriquecerse?
- ¿Qué valores transmite en sus mensajes y actos?
Ningún acto es anodino o
indiferente a nosotros, y tenemos la capacidad de influir para que haya otro
estilo de política si hay muchas personas que, independientemente de sus
ideologías, exijan una política con valores, o auténticos valores en política.
Está en juego la sociedad que queremos construir, la sociedad que creamos y que
van a heredar las generaciones futuras.
Todos estos valores de los que
hablamos no son meras ideas bonitas. No es parte de un idealismo. Pueden ser convicciones y creencias
profundas, reales y actuales que nos movilicen en el día a día, que configuren
nuestra vida y nuestra sociedad; pero que, para ello, requieren un aprendizaje
de cómo desarrollarlos y actuar a partir de ellos.
Si te interesa progresar en
estos valores, en PRH te ofrecemos numerosos medios y herramientas para
progresar en cómo vivirlos. Con ello intentamos ayudarte a vivir este tema de
una manera más sana y constructiva, si
es posible.
Luis Avilés
Formador y Coach PRH.
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